Este poema lo leí en el día internacional de la poesía que se celebró en el Café Literario del Parque Bustamante en Providencia el 21 de marzo de 2009. Recuerdo que fue la poeta Amanda Durán quien me invitó para ese día. Estaba tan contenta porque era de mis primeras lecturas públicas. De hecho, estaba tan nerviosa que no pude dejar de mover las piernas para calmar las manos y no temblaran.
Afotunadamente, Ignacio Muñoz Cristi estuvo en el evento y dejó registro de esta lectura de la que ya, ni siquiera me queda la plaquette.
Si le prestas atención al ruido de fondo en el video, te vas a dar cuenta de que se escucha el claqueteo de los tacos.
Recuerdo que la publicación de ese día se llamaba «3 poemas para leer en el parque» y aparecían los versos que leí ese día.
Tampoco me queda el borrador de los textos. Si no fuera por Muñoz Cristi, estos poemas no existirían en lo absoluto.
La filosofía del tocador
Porque nos encomendaron la misión de reconstruírlo todo
es que nos encerramos en el baño para crecer y madurar
Algunos se sentaron en la taza a contar las baldozas
y las vuelven a contar por temor
a equivocarse, antes de salir.
Otros
se han desnudado y desde la ventana de la ducha
se han dedicado a mirar en silencio
al mundo que no los ve.
Hay quienes
se han plantado frente al espejo para observar
los cambios y como suceden
y mientras pasan, han practicado las poses
y las expresiones para enfrentar el afuera
de la mejor manera.
Hay otros que se encargaron de abrir todas las puertas
todos los cajones todas las tapas para ver lo que había
y leyeron todos los envases de shampoo
los papeles de envoltura del jabón
todas las cremas, las pastas dentales, los remedios
y enterarse así de lo que había afuera.
Algunos, simplemente han mojado el papel higiénico
para lanzarlo al techo y esperar.
He sabido de algunos que han aprovechado el tiempo
para lavarse las manos
los dientes, la cara
e incluso se han tomado
una que otra ducha y se han peinado
para verse bonitos y decorar
el espacio que los espera
mientras otros únicamente han llorado tras la puerta
sentados
aterrados.
Afuera
nuestras madres se limitaron preocupadas
únicamente a despedirse
antes de ir al trabajo
y a decirnos, despacito, en su retorno
«No debes sufrir lo mismo que yo».
Con esa única referencia tenemos
que enfrentar lo que viene
tenemos que reconstruír todo lo que no podemos
tenemos que reconstruírlo todo
todo
y no podemos.