Juan Radrigán

Juan Radrigán: En realidad siempre hago una crítica a todo lo que se mueve

Me llevó a un café que está de junto al cine, en donde hay una terraza “en donde se puede fumar” me dice alzando las cejas con picardía y entonces, ya instalados, nos ponemos a conversar de lo perseguidos que estamos los fumadores.

Entrevistar a Juan Radrigán es una de las cosas que voy a contar en la vida. De niña quería ser actriz y el teatro me vuelve a cerrar el ojo luego de muchos años, ahora desde la escritura y de, afortunadamente, participar en medios de comunicación. Entonces conocer a don Juan, es como conocer a Raúl Zurita (de quien, afortunadamente, me siento una amiga) o como conocer a Gonzalo Rojas, cosa que, lamentablemente ya resulta imposible.

Por teléfono se oye amable, medio acampao y muy decidido. Nos juntamos el día X a las cuatro, fuera del Biógrafo –me dijo- y así fue que nos conocimos.  Me llevó a un café que está de junto al cine, en donde hay una terraza “en donde se puede fumar” me dice alzando las cejas con picardía y entonces, ya instalados, nos ponemos a conversar de lo perseguidos que estamos los fumadores. Creo que gracias a esa complicidad nos encantamos.

Para dar inicio formal a la entrevista me dice: “ya chiquilla, dispara. Pero hazme preguntas fáciles eso sí, porque soy medio bruto”. Lo amé.

Oiga, don Juan, ya que usted es un personaje  tan laureado, ¿qué me puede decir de la utilidad de los premios? ¿Para qué sirven?

Para nada (dice en voz muy baja, de forma automática y luego carraspea y se ríe). Los premios, oye, siento que deben sentir de incentivo ¿no? Así uno cree que alguien le ha reconocido algo, pero mayormente no tienen otra función. Y es que no es la labor de los escritores  ganar premios, porque el escribir no es una carrera, no hay que ganarle a nadie. No son nada perdurable, excepto el premio nacional que deja plata mensual (se ríe). Ese es buen premio porque sirve pal ego y pal bolsillo, entonces cae bien. Bueno, existe otra clase de premios que no sé quién da y que son realmente valiosísimos, como el haberme encontrado de pronto con los actores y actrices que formamos la compañía Locos del Pueblo, por ejemplo.

Tomando en cuenta que usted es autodidacta… 

¿Quién te dijo eso? Yo les digo cada cosa a los periodistas (se ríe) y a un periodista le digo una cosa y luego a otro le digo otra lesera y así jajaja.

Pucha, yo hice la tarea y me leí todas sus entrevistas. ¡No me cambie ahora la historia pues! 

No, si tienes razón, eso es cierto. 

Menos mal pues don Juan o, entonces, no tiene mucho brillo la pregunta. 

Dale nomás. 

Bueno, tomando en cuenta de que usted es autodidacta, cuál es su idea respecto del sistema formal de educación. Más encima si tomamos en cuenta el que usted es también profesor universitario.

Bueno, lo que a mí me espanta del sistema educativo, y en espacial del sistema universitario  es la diferencia que existe entre los alumnos de un lugar y de otro. Como que en algunas partes llegan bien preparados y en otras  dan pena. El estar históricamente bien alimentados y el andar con el hambre a la rastra influye poderosamente. En todo caso en muchos lugares no les importa el alumno ¿no? les importa que el cabro pase nomás. Entonces pasan sin saber nada o muy poco. Pero el sistema es así. Ese es el gran problema. Y ahora, respecto de la educación gratuita ¿se vendrá realmente? Yo creo que va a ser bien difícil. Pero si viene, que sea muy bienvenida, pero no les creo mucho.

Don Juan, en su obra podemos destacar el hecho de que usted pone a personajes marginados en personajes principales… 

Mira, lo que pasa es que en realidad hay dos etapas. Una etapa larga, que en realidad no es tan larga, porque en realidad yo he escrito 42 obras, y unas 20 deben ser de lo que tú dices. Pero las otras derivaron hacia otras cosas. Se pusieron más reflexivas y me preocupé de otros temas. Eso viene acorde con la edad (se ríe) porque a uno lo va cambiando porque uno se va aproximando a algo que es como un final entonces uno tiende a reflexionar más. Pero de todas maneras, siempre hay una crítica a… a todo lo que se mueve. En realidad siempre hago una crítica a todo lo que se mueve (se ríe a carcajadas). 

Dentro de esta escritura crítica, como dice usted, ¿hay algún tipo de referencia, o es una escritura netamente experiencial?

Yo creo que es más que nada eso. Experiencia. Influencias son muy pocas las que recibo. Me gustan mucho algunos autores, pero no tanto como para tratar de escribir como ellos. Además de que no es posible. Lo único que sacaría copiando a estas alturas sería hacer el ridículo. Excepto dos o tres  temas prestados, todas las demás son  de mi cantera .   He vivido harto tiempo, entonces es de ahí de donde las saco. Como te digo, hay autores que reconozco que me gustan mucho, como César Vallejo, Pablo de Rokha, no todo, pero la mayoría. Oscar Hahn me gusta mucho, Zurita también. De los nuevos conozco poco eso sí. Debe ser porque aquí  editorial y poesía son antónimos.

Y bueno, hablando de marginados, ahora estoy escribiendo una obra sobre el más marginado de todos,  que es Luzbel. Sobre él es una obra que vamos a dar, porque imagínate, le echaron encima todos los medios, la tele, la radio,  las murallas. No tiene posibilidad de salvación, nadie habla bien de él y para más remate, el pobre tipo es inmortal, por lo tanto, todo lo que él quiere  muere en el camino. Ese personaje me interesó muchísimo porque yo creo que alguna vez existió el paraíso y estaba dios y se dio cuenta de que todo era una lata, que no iba hacia ninguna parte, que la vida no tenía ningún sentido al darse vueltas y vueltas en una dulzona paz sin amor y entonces se dio cuenta de que necesitaba una contradicción. Y ahí le dijo a Luzbel, que era el más bello de todos los ángeles: Tú vas a ser esa contradicción, para que se pusiera más entretenida la cosa. Y de ahí viene entonces, el pobre Luzbel, arrastrándose  sin salvación posible. Tiene a todo el Vaticano y sus alrededores para financiar la campaña en su contra.

La marginalidad trae consigo la soledad y la impotencia. Eso es lo que produce la marginalidad. Y jamás va a suceder que de un día para otro nos volvamos todos buenos y generosos. Para que no exista marginalidad tendría que existir la justicia social y eso, por lo pronto no se ve que vaya a pasar. Mira tú a los diputados, andan enfermos los huevones, vueltos locos porque alguien presentó un proyecto para bajarles las dietas parlamentarias. Y esos cristianos son todos millonarios. Los diputados, senadores y los ministros son todos millonarios, porque no sólo reciben ese gran sueldo además de los beneficios que reciben, sino que además son asesores de empresas, gerentes, y yo creo que es por eso que están todos echados hacia atrás en sus sillas y les importa un huevo lo que pase con las leyes que la gente necesita. Porque no tienen necesidades ni conocen las urgencias. No tienen ninguna urgencia como las de la gente común y es por eso que hacen dormir los proyectos en el congreso. Es inconcebible que Piñera, siendo multimillonario salga con un sueldo de por vida de ocho millones de pesos, eso es inconcebible y qué les pasará por la cabeza que todavía alegan, que consideran una injusticia que se les rebajen los sueldos y que defiendan eso.

Oiga, don Juan, y usted ¿ve tele?

Poca.  

Y cuando ve tele, ¿qué es lo que ve? 

Noticiarios. Y también me gustan los programas que hablan sobre la antigüedad. Me gustan los documentales. Eso es lo que veo. Les creo la mitad, pero me entretienen mucho. 

¿Y las áreas dramáticas de los canales no las revisa? 

¡Es que no hay!

La gran preocupación de los que manejan la cultura en los canales, es buscar un lugar que esté más allá de lo último, ahí, es donde ponen la cultura. Y tratan siempre de descubrir qué es lo que hay más abajo para seguirla enterrando, porque la cultura, inevitablemente te hace pensar y siempre resulta malo para ellos que la gente piense. Entonces es una brutalidad, es muy nefasto, porque en realidad eso tiene solución, pero no veo yo cómo podría cambiar eso con la gente que está en el poder. Hoy lo más cultural que encontramos son esos programas que dan los sábados de recorrer Chile, de mostrar las regiones, a la gente pobre, de la forma que sobreviven y que, sin embargo luchan y logran una pequeña empresa y parece una burla de esta gente que llegan con sus inmensas cámaras, en unas tremendas camionetas y la gente corre a atenderlos. Si tú te fijas, la mayoría de esas entrevistas dan pie para que esa gente logre poner un negocito para vender artesanía, para vender empanadas, cualquier cosa. Son mini micro empresas y esos programas son como una difusión para la pyme y es eso. Pero no muestran a un pueblo sin salvación. No nos sirve la televisión. Y llega tanto y a todas partes.

Por ejemplo, hay cosas que son buenas, como Los Archivos del Cardenal, pero me pasa que siempre encuentro que es muy poco. Que es más lo que no dicen. En eso, y en el mismo cine, los argentinos, por ejemplo, son inmensamente superiores a nosotros. Tú te puedes fijar en las películas que hacen sobre la dictadura ¿no? Nombran y nombran y cuentan todo con nombre y apellidos, pero aquí no pues. Aquí tratan de encubrir todo eso y es porque siempre han estado ahí, detrás de los canales y de los medios de comunicación, las personas que estuvieron ligadas al proceso de dictadura. Siempre han estado ahí. Y sería como dejarse en evidencia si lo hicieran, también. Y televisión independiente, eso no existe aquí. 

Es que lo impiden ellos mismos. Incluso en la radio. Poner una radio es inmensamente difícil. Ya tiene usted el ejemplo de algunas radios de Valparaíso que han sido tan perseguidas. 

Es que te joden. Aunque le hagas propaganda al negocio de la esquina. No quieren voces independientes porque no les sirven.

Y en el teatro, por ejemplo, que es lo que yo más conozco, por ejemplo, si tú vas y presentas algo y quieres que vayan a verte para que se haga una reseña, lo primero que te preguntan es que si hay un rostro. Como si los actores que trabajan con nosotros no tuvieran rostro (se ríe a carcajadas otra vez). Mira, nosotros tenemos muy poco acceso a los medios de prensa y a la televisión ninguno. Y eso de que si hay rostros en los montajes, lamentablemente se traslada a los festivales de teatro. Y ahí, además, se agrega otra pregunta: si hay humor en lo que tú vas a presentar. Si es tragedia, ¡ni pensarlo! Todo tiene que ser comedia, y mientas las niñas estén menos vestidas, mejor. Y es bien desgraciado eso porque ha ido guiando al teatro a la fuerza y a guascazos hacia un lugar que no le corresponde. Y eso también baja y le llega a los actores y dramaturgos, que lastimosamente comienzan a preguntarse si lo que escriben o actúan le irá a gustar o no al público, que cómo lo irán a tomar.  Ya ves entonces, un condicionamiento. 

Oiga, y usted en su proceso de escritura ¿nunca piensa en el público? 

Jamás. Nunca. No me pregunto si le va a gustar o no, porque si fuera así, entonces no podría escribir. Y la escritura tiene que ser sin trabas. Por eso yo le digo a mis alumnos que escriban como si los fueran a matar mañana, o sea, sin temor a nada y con completa libertad. Si los fueran realmente a matar ¿qué van a perder? y es así como creo yo que se tiene que escribir.

El teatro hoy en día ya no es lo que era antes. Ya no es un espacio reflexivo, sino que los medios de comunicación hacen y están direccionando a que el teatro sea pura diversión. Un show.

¿Y ve usted alguna responsabilidad del público, del espectador, en todo esto que está pasando?

Claro, es una cuestión de opción. Hay una especie de compulsión por hacer reír y de la gente por ir a reírse y a entretenerse. Y son estúpidos, porque entretenerse no va únicamente con reírse en toda una función. Las tragedias griegas son muy entretenidas en un sentido más profundo ¿cierto? pero la gente quiere la carcajada y se tiene  que ver qué es lo que podemos hacer contra eso. Y es bien poco en realidad lo que yo veo que se puede hacer, porque todos los dramaturgos somos islas. No nos juntamos nunca para ver estos problemas y en realidad, que eso suceda se ve casi imposible. ¿A dónde nos vamos a juntar? Con suerte nos encontramos en algún estreno, nos enteramos de lo que estamos haciendo y ahí se acaba la conversa. Pero no hay mayor diálogo sobre lo que está sucediendo. Y debiéramos preocuparnos, porque a la larga, esto nos va a pasar la cuenta a todos cuando el país se vuelva una gran carcajada hueca. Además, ahora hay mucho actor que anda desesperado, que se arma de una maleta, que se hace un guion que se presume graciosísimo y se largan a hacer esta cosa del stand-up que está tan de moda ahora. Y si te fijas todo va en esa dirección de hacer reír.

¿Y qué lo hace reír a usted, don Juan?

Eso. (Se carcajea) Esas situaciones. Bergson dijo: La risa es la expresión última de la desesperación. Lo que me parece muy bien para describir lo que sucede acá en Chile. La gente se está riendo porque no encuentra ninguna otra forma de no estallar. Pero eso se tiene que notar, se tiene que notar que hay algo más detrás de la comicidad o de lo contrario se llega a la entretención hueca y para eso está el circo y es la función del payaso hacernos reír de esa forma. La función del actor es otra, es expresar otras cosas. Entonces el teatro no está nada de bien.

¿Y qué función, cree usted, que debiera cumplir el Estado en esta crisis?

Mira, la identidad de un país está determinada por su cultura. Es muy importante que el Estado haga algo. Ya ves tú que los críticos han ido desapareciendo con los años. Antiguamente había un amigo que hacía crítica y tenía un espacio determinado en un medio. Luego tuvo que compartir su espacio con un aviso de una pasta dentrífica, y luego le quitaron el espacio completo porque al medio le era más rentable vender ese espacio a una marca que designarlo a la cultura. Y así sucede ahora y no hay espacios más que para dar cuenta de que en un lugar se está dando tal o cual obra. Ahora, los medios en internet están haciendo lo suyo, pero tampoco sé qué tanto sirve eso. Porque la gente está acostumbrada al papel. Hace poco fui a una exposición en donde se suponía iban a haber unas sesenta revistas independientes y sólo llegaron treinta porque la otra mitad ya había desaparecido ya que no logran tener más de uno o dos números. La gente no compra esas revistas y los kioskos tampoco las ponen porque saben que no se van a vender y ya tienes tú que todo está determinado por lo económico y el Estado no está haciendo nada y es muy importante que se haga algo. Fíjate que para las candidaturas presidenciales, ninguno de los candidatos hablaba de cultura y con eso se mandó una señal muy clara de que no iba a cambiar nada. ¿Usted vota? Trato de botar a los que más pueda (se ríe) pero no, no voto.

Oiga, a usted le tocó vivir el proceso nefasto de la dictadura. ¿Cuál es la herencia que nos deja, según usted, ya que ha visto el cambio y la vuelta a la democracia?

Mira, luego de todo lo que pasó, la gente no perdonó ni olvidó. Entonces, ¿qué sucede? que ese es un tiempo de nadie. Hay un tiempo de aletargamiento, porque no hay una decisión. Entonces ¿qué va a pasar? qué esto se va a estirar hasta que gane definitivamente el olvido ¿Pero cómo se va a olvidar o perdonar la mansa cagada que se mandaron los milicos?  Pero claro, yo estoy de acuerdo contigo, pero la gente no quiere saber nada porque en este país no pasa nada. Y la gente no va a tomar ninguno de los dos caminos. Ni el perdón ni el olvido. Y el perdón, fíjate que es una soberana huevada, porque  le sirve únicamente al que hace el daño  al otro no le sirve para nada. Además de que se pasan a llevar muchas cosas por andar perdonando, como la ley, por ejemplo; así los delitos quedan impunes. Y es como reconocer que uno es un pobrecito. No se puede perdonar. Y tampoco se ha olvidado, entonces estamos como en algo, que es un poco peor, que es entre la esperanza y la desesperanza. El trecho del medio entre ambas es la inesperanza, ahí, donde no existe nada, y es ahí donde nos dejaron los salvadores de la patria.

Ahora, en cuanto a la escritura, en dictadura los poetas sacaban hartas cosas. Publicaban sus poemas sacados en mimeógrafo y se repartían. No así los novelistas, que escribían para el cajón. Y respecto del teatro, te puedo decir que yo nunca vi tanto teatro como para el tiempo de la dictadura. Porque la gente se juntaba en las poblaciones, se hacían peñas y se mostraban obras. Había más colectividad en algunos lugares y eso desapareció al tiro en cuanto terminó la dictadura. Porque se perdió el objetivo, que era luchar en contra del dictador. Pero realmente hay muchos objetivos. La pobreza también es un tipo de dictador. Las injusticias, lo mismo. Pero la gente necesita la imagen autoritaria y con uniforme y lo tomamos así.

Al principio de la dictadura, me acuerdo que se presumía que había que llevar el guion al edificio que antes era el Diego portales, para que alguien lo leyera. Pero se dieron cuenta de que no había milicos que supieran leer o que pudieran decir. ¿Tu sabías que los milicos prohibieron el cubismo, porque era cubano? (se ríe) Entonces, qué cultura podías esperar. Y bueno, las obras tenían que ser declaradas “culturales”. Y si las declarabas así, entonces no tenías que pagar el 10%, liberándote del impuesto. Y, por ejemplo, Ionesco no era considerado cultura y entonces no te daban autorización para montar a Ionesco, ni a Becquer. Y bueno, qué más se podía pedir, si pensaban que Becquer era un jugador de Barcelona (se vuelve a reír con ganas). Entonces por eso yo creo que no funcionó muy bien eso de la censura. Aunque había algunos que algo sabían, como el que pusieron en la Biblioteca Nacional, Enrique Campos Meléndez. Ese hueón sí que leía de corrido.

Era escritor.

Malo el hueón, pero era escritor.

¿Usted pensó alguna vez en actuar?

No. Es que soy muy tímido yo. Y además me pongo tartamudo. Además de que no sé expresar muy bien lo que quiero. Yo dirijo también, pero como amigo. Ya que en el trabajo se da la confianza y en confianza da lo mismo hacer bufonadas. Y si se ríen de ti, los puedes agarrar a chuchadas (se ríe con ganas). Pero no. Nunca he actuado. Es algo que nunca he hecho. Una vez nomás, hicieron un documental y ahí tuve que estar, pero más que nada para mostrarles donde yo andaba. Y al que hizo la hueá le daba con que yo le mostrara lo que sentía en los distintos lugares. Eso es lo más próximo que he estado de actuar. ¿Y la experiencia fue grata? ¡No pues! porque me costaba hacer eso y decir las cosas. El documental duraba como una hora veinte. Y más encima se lo prohibieron. Al canal no le gustó porque yo hablaba un poco de política y del MIR, de que era una bella instancia y de todo lo que pasaba, porque yo, durante un breve tiempo fui director del Rebelde que era el periódico que tenían. Y ahí perdieron todo el trabajo y la plata. Y eso que anduvimos harto y gastaron harta plata. Fuimos hasta el desierto, anduvimos en los géiseres, en San Pedro, en hartas partes porque a mí me encantaba viajar y también grabaron harto. Eran tres documentales. Uno de Gonzalo Rojas, otro de Raúl Ruiz y el tercero era el mío. Alcanzaron a dar un poco del de Gonzalo Rojas y también se los censuraron porque él también hablaba de política.

“La Tierra Señalada”. Así se llamaba el documental.

 ¿Algo más que desee decir?

No, salvo que tengo 77 años  y que moriré de cualquier cosa, menos de resignación.

Saludos y felicitaciones.

*Esta entrevista apareció publicada en el periódico El Ciudadano, el 26 de mayo de 2014

Angela Barraza
Angela Barraza
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